lunes, 29 de diciembre de 2008

Sin remedio.

Lo irremediable,
quizá lo irremediable sea este tesoro mío,
aquello que volando se disuelve en el cielo
que solo vuelve para ser recuerdo.
Quizá el cúmulo sobre el dorado ladrillo
de un edificio enorme y deslumbrante hecho por el diablo,
de una mágica construcción que solo con un golpe
es el anhelo tan temido de la destrucción.
Y ayer basta, y el hoy basta para ser.
Y los despojos del ayer bastan y el hoy es la eternidad,
es un anhelo más, es la incertidumbre de la calle,
el montón de escombros que barre el viento tranquilo.
Una noche tan clara como irremediable
se vuelve claramente vaga como miles de estrellas.
Hoy tan pálido tiempo me mata la hora, me mata el minuto,
próximos a desvanecer, como un tren a punto de descarrilar.
Muero con la certeza del deseo mío, como muere el presente a cada paso
y el cuerpo se siente embriagado de felicidad.
Así será, así será siempre, dolor irremediable
y las bestialidades únicas presumen el bello ser,
tan imborrable y súbito de su corazón
y lo irremediable se desata con más furia que razón.

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