viernes, 12 de diciembre de 2008

Acorralado.


Este sonido universal que clama por la calle,
se desdibuja de sentido en su oído, le dice ser de extravío,
lo arrincona tan bello, impresionado se arrolla, en medio
del ruido del alba, que día a día circula y parece,
que nada siente ni nada se descubre a su paso.
Pero tan lleno de locura el último tramo sube
y en las alturas es vertiginoso mirar atrás, el terreno a lo lejos, más abajo
se cubre de una niebla espesa y es nostálgico, pero no habla
es mudo es silencioso y discreto y por eso el ser arrollado sigue su paso.
Este sonido que todos parecen escuchar es tan falso, es tan estrepitoso, es tan inexpresivo,
huele a días de tedio y monotonía, huele a muerte.
Huele al dolor que no sabe por qué duele.
Y él se arrolla más y más todo chiquitito y rueda por las calles,
y es nadie que a nadie importa ni inmuta.
Del ruido desesperado de las noches su alma oscurecida luce
una mortal ropa que lo envuelve completo.
El es el templo donde recaen los murmullos que callan
y por encima de él dos almas van de la mano y ríen de él
y todos ríen tanto que están por estallar
y mientras él se juzga y se arrincona, se aleja de lo dado,
lo completo lo hecho lo pensado lo dicho
y vuela y se revuelca en la nada lo más desquiciado posible,
y se muere olvidado por todos, de nada y en la soledad.

No hay comentarios: