lunes, 2 de mayo de 2011

Escombros.

Suenan las paredes, y ellas mismas se calman
mienten una verdad que ya no quieren ni tocan,
esa débil historia que vaga por ahí,
aquel miembro que fue alguna vez
aquellas gotas de lluvia que cayeron,
lo hacen para negarse a parecer
tan simples y siempre vanas
llenas del silencio de una tarde de domingo.
Se oyen a lo lejos caer y derrumbarse

como un montón de escombros que a mis pies se despliegan,
como el olor a sol, el olor a ladrillo,
el olor del polvo impregnado en cada cosa.
Y estos años, volados por el aire.

Cansados.

Todo cansa
todo se agota, todo todo todo,
su consume para volver a la unidad.
Estoy presa
de estas palabras mentirosas.
Ya no deshago nada, y al porqué
lo pisotearon. Solo existe en el sueño,
y se pasea por el aire
pero nadie quiere escucharlo.
Todo cansa una vez más,
y esta flor monótona
se desnuda y se quiebra.

Tiempo insignificante.

Este signo,
hijo de los signos que lo precedieron, revelador y llano
pasa entre mis dedos como una ráfaga de viento
sin decirme nada,
sin murmurar ni percibir.
Es la cuenta de las horas que faltan para irnos
esos tediosos últimos minutos que erizan mi espalda
que juguetean en la punta de mi lengua.
Y que deseo el de volver a casa.
Este espacio
sin ninguna explicación, sin instrucciones,
sin indicaciones ni contraindicaciones
que tantas veces no me ha dicho nada.
Qué insensata el alma que te olvidó
qué ilusa el alma que creyó en amar
para ver como pasa finalmente entre mis dedos único y remoto
el conocido nombre, las conocidas mismas letras de siempre.
Para irse sin decir, sin recordarlo.

Contando

Uno sobre dos,
el uno escondiéndose detrás de esos ceros inmensos
parece multiplicarse hasta desaparecer.
Ocho
la confianza en su belleza
una cuenta que resume lo que es preciso,
tantas por delante.
Detrás de ser y de contar
uno más
¿qué puede hacer?
Si tantos días pasaron y tantos números
pasaron de un lado y del otro,
igual que un signo
que encontré un día tirado.
Nada es igual
en mi vida ninguna cuenta de exacta
y me queda menos
mucho menos
muchos doses, muchos unos, muchas divisiones,
el dolor al cuadrado,
varias veces
uno sobre dos,
y una risa multiplicada hasta el infinito.

martes, 18 de enero de 2011

Recordando

Seguiría una más, una más, no sabría
cuando se detiene en la mente, cuando se apaga,
una más, una menos, una más, y es de noche
tantas veces tantas es de noche,
tantas que dentro también, una noche gigante celebra su triunfo.
Recuerdo lo imposible de recordar, porque fueros sus palabras
las que narraban hasta lo que ahora siempre olvido
y con ese torrente de fuego,
cuando comienza a sentirse la oscuridad
simplemente sonrío,
con su recuerdo entre tantas más

En la mañana.

Un día más
entre el diálogo de la noche con los techos húmedos,
con una guardia, llevando estas sombras
con letras desplegadas y repetidas largamente.
Amanece y veo como se agita el aire
sacudiendo palmeras de verdes melenas,
a veces bellas, cantan y resuenan
en el aire campanas a lo lejos
y suenan en el viento.
Y veo la luz al entrar cuanto invade el cuarto,
un lugar designado, un espacio remoto,
en este día, entre tantos más,
entre tantas horas
que corren por el paisaje que mis ojos recorren.
Aun deben enfrentarse
a claros ecos de una humanidad demasiado dura,
deben enfrentarse a esos animales
que la habitan salvajemente,
y deben ser sinceros, para no perderse
tal vez para llegar a la eternidad.

lunes, 10 de enero de 2011

Negro

Cielo negro,
amargura de las nubes manchadas, truenos que se sienten
vibrar dentro mientras todo retumba.
El cielo está por desplegar esa fiesta de agua, esa canción,
aquí donde lo oigo desmoronarse.
Miro esas torres enclenques
y espero que al fin se desate la tormenta.
Aquí se desata como muchas cosas más,
como la casi partida, el próximo contacto con la calle,
y desde lo alto caerán esas gotas que dejarán a mi alma húmeda.
Un escalofrío me recorre este cuerpo ansioso de diluvio,
cielo negro, un negro de muerte,
que traspasa las vías, tan despreocupadas.
Entre los peldaños ella asoma, allí arriba vive,
sabe quién llega y a que hora llega,
se prepara mientras cocinando en su gigantesca olla.
Sus ojos recorren el humo que emana, hacia el cielo
cubierto de un manto oscuro, todo lo cubre ese manto
menos el fondo de mi corazón.
Cielo negro lleno de mugre,
amargura del aire, relámpagos que parten,
cielo de pelusas que la escoba barre.

hundiéndose.

pasos que se hunden, parecen escucharse
extrañamente creo reconocer que se hunden,
nada de silencio, muchos ruidos cada uno en su justo lugar
menos unos agigantados de todo
aullando como lobos que parecen enfurecidos,
transitando, y tras de mí pasos que se hunden.
No le importan a nadie, pero al oírlos soy feliz,
la cabellera de un viejo árbol acaricia mi pecho,
mi ojos salen a volar como dos pequeñas aves
se posarán en lo alto muy alto, allá donde está calmo
escuchando esos pasos que se hunden y estancan,
tan detrás de mí.
Veo como arrasa este viento con fuerza vital,
muchas noches en ese río alumbrando la luna
y tras de mí huellas sumergiéndose en otras huellas