lunes, 29 de diciembre de 2008

Sin remedio.

Lo irremediable,
quizá lo irremediable sea este tesoro mío,
aquello que volando se disuelve en el cielo
que solo vuelve para ser recuerdo.
Quizá el cúmulo sobre el dorado ladrillo
de un edificio enorme y deslumbrante hecho por el diablo,
de una mágica construcción que solo con un golpe
es el anhelo tan temido de la destrucción.
Y ayer basta, y el hoy basta para ser.
Y los despojos del ayer bastan y el hoy es la eternidad,
es un anhelo más, es la incertidumbre de la calle,
el montón de escombros que barre el viento tranquilo.
Una noche tan clara como irremediable
se vuelve claramente vaga como miles de estrellas.
Hoy tan pálido tiempo me mata la hora, me mata el minuto,
próximos a desvanecer, como un tren a punto de descarrilar.
Muero con la certeza del deseo mío, como muere el presente a cada paso
y el cuerpo se siente embriagado de felicidad.
Así será, así será siempre, dolor irremediable
y las bestialidades únicas presumen el bello ser,
tan imborrable y súbito de su corazón
y lo irremediable se desata con más furia que razón.

Las partes del cielo.

En el aparecer del cielo desarticulado, fragmentado y opaco veo como vuelan,
los pedazos de alas, lo trozos del día ido
y es en este instante donde me veo adormecida,
entre las nubes sedosas y palabras que no llego a pronunciar.
Un deseo profundo acaricia las almas de los hombres que veo
que caminan la sombra hacia todos lados,
todos sus ojos, todos sus rostros tapados.
Ni se ven, ni se oyen, ni se palpan siquiera.
Una voz mayor parece dirigirlos en la penumbra
y casi ni se ven sus semblantes, confusos y pálidos.
Con rumbos tan dispersos en un mundo que les es ajeno,
lo veo en el aparecer de las células en el cielo rosado.
De mi propio cráneo imprescindible, deshabitado,
de un lugar donde la nada cubre a montones.
Donde no prima la libertad ni la gracia,
donde veo que lo que soy yo no es glorioso,
donde lo que soy no refleja el éxito vital.
¿Y dónde podría hallar lo trascendental si no es allá arriba?
Ya no habrá respuestas para mi curiosidad,
ni puertas que se abran a mi paso.
¿Como será mi corazón partido y solitario?
¿Cómo podré redescubrir mi furia perdida entre la gente
y recordar el conocimiento que me revuelque en la verdad?
Si todo parece un cielo partido a rayos.
Una tormenta feroz, interminable, una religión, pisoteada
por inmensos poderes, aniquilada en su raíz.
El cielo promete ser lo que nunca podrá ser,
una vez más siento algo como el cansancio,
de creer, de respetar, de ser fiel
a lo que nunca podré palpar ni podré sentir,
a lo que nunca será en una vida real.
Todo parece cielo de tormenta divina, un cielo de lluvia de mentira,
un cielo de tempestad y de nada como un vacío divino y abismal.
La lluvia quizá podría sentir mi pecho pero él no quiere más
que escuchar la verdad desde el fondo de las cosas sin dios.
Pasea por los jardines de la certeza, intenta regar las hierbas de la verdad
y recostarse en ella, y regocijarse entre los árboles.
En este cielo partido a rayos me parto completa
me hago mil pedazos que volarán por la ciudad.
Si descubro un día que el poder surge dentro,
voy a repartir más rayos hacia todas partes.
Voy a caminar el cielo ensimismada, individual,
buscando el dominio de los demás seres, hallando la acción fuera de mí.
Me voy a convertir en una piedra gigante,
que une las paredes del cielo con las paredes de la cárcel
de todos los incorrectos hombres, pero nunca voy a pensar como un ser completo.
Y sin embargo el cielo pudo disgregarse a partes en las nubes,
y en la tierra basurales donde los hombres huyen de sí mismos,
piensan que son otros, tal como los nombres que todo el tiempo cambian,
ignoran quienes realmente viven y quienes no son más que ilusión
y sus ideas quedan en montones de anhelos, imposibles de realizar,
en oleadas de sueño, en montones de alucinación.
Sus ideas son como el rayo que ha partido el camino
y el cielo fragmentado y roto, el cielo que ya no es uno.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Optimismo.

Caminando por las calles extraje las dudas,
perseguí las huellas y lloré todo lo que pude.
Caminé hasta sentir tanto cansancio
y hasta odiar a todo cuanto encontré a mi paso.
Caminando por las calles sentí el desierto
aunque me encontraba en medio de la urbe.
He convencido a mi mente de que no se desquiciara
he ahogado en una fuerte bebida mis penas.
Recordé todos los mejores momentos,
sobre todo mis años, sobre todo mi infancia.
Temí lo peor, me fui de adentro mío.
Caminando por las calles, rodé
di vueltas, hice medialunas,
estiré los brazos y cerré muy fuerte los ojos.
Pasé por los bares de siempre por los bancos de siempre
vomité las mismas palabras en un papel
y me senté en uno de ellos, palpitante,
saqué mi corazón, lo sacudí todo,
me lo volví a poner al pobre.
Y Luego caminé, caminé hasta el delirio
y caminando supe lo fea que es la ciudad,
lo hipócrita que es la gente, lo destructivo que es
vivir en medio de tanta decadencia.
Caminando por las calles me supe una más
decadente con el resto, mediocre como todos.
Dancé un poco entre las hojas secas, huí lejos.
Y lloré, lloré hasta crear un hondo lago.
Caminando me fui muy lejos, muy lejos,
donde las cosas cambiaban un poco de color,
pero al volver pasé de nuevo por esas calles,
y lo único distinto era que estaba en otro día.



Caja despedida...

Sólo te digo adiós en lo sólido,
sin caer a pedazos, soy templo.
Y si te lo digo es cierto aún,
cierto es, tanto como un árbol.
Sólo lo creen los pastos unánimes,
todos mis nervios lo aceptan,
lo alientan.
Adiós, adiós,
sin pausas, sin rectas,
adiós insoportable migaja de hombre.
¿Por qué te digo adiós y cómo?
Así, adentro de éstas caja palabras,
así amedrentando los cielos,
así orgullosa, intocable, helada.
¡Adiós! ¡Fincillo que penetra mis poros!
Es tan bello decirlo tomándolo en mis manos
si te lo digo es ¡tan bello momento!
Entre la sal blanca y la pureza
de todo lo que no es horizonte.
Si lo hago es con todo el cuerpo
completo, ser tanto despiadado,
porque he sentido al sol tocarme en el alma.
Sólo así podría, ser diminuto,
sólo así podría hacerlo despacio,
sin involucrarme en vacíos,
sólo te digo adiós en lo osado,
lo emotivo, lo sabroso, lo grato,
sin entrar en tu rostro la dejo
sobre el umbral terroso,
terrible caja.

Fuimos.

Hemos sido vientre,
hemos sido.
En días enteros murmurando,
hemos sido capaces,
lo hicimos.
Y dando vueltas, y mareando
los espejos.
Hemos dicho juntos,
hemos gritado,
hemos desaparecido
entre los sueños.
Hemos hecho humo,
hemos brillado
y hemos con delirio
beso apabullado.
Hemos librado el río,
el río infinito.
Hemos sido pobres,
hemos dado.
Hemos sido todo,
hemos crecido
y hemos en la tierra
hallado calma.
Y creo, hoy, que hemos sido
liquidados.
Sin la piel ni las sombras,
de esos hechos,
Hemos de un amor enloquecido,
y hemos padecido
y hemos muerto.

Acorralado.


Este sonido universal que clama por la calle,
se desdibuja de sentido en su oído, le dice ser de extravío,
lo arrincona tan bello, impresionado se arrolla, en medio
del ruido del alba, que día a día circula y parece,
que nada siente ni nada se descubre a su paso.
Pero tan lleno de locura el último tramo sube
y en las alturas es vertiginoso mirar atrás, el terreno a lo lejos, más abajo
se cubre de una niebla espesa y es nostálgico, pero no habla
es mudo es silencioso y discreto y por eso el ser arrollado sigue su paso.
Este sonido que todos parecen escuchar es tan falso, es tan estrepitoso, es tan inexpresivo,
huele a días de tedio y monotonía, huele a muerte.
Huele al dolor que no sabe por qué duele.
Y él se arrolla más y más todo chiquitito y rueda por las calles,
y es nadie que a nadie importa ni inmuta.
Del ruido desesperado de las noches su alma oscurecida luce
una mortal ropa que lo envuelve completo.
El es el templo donde recaen los murmullos que callan
y por encima de él dos almas van de la mano y ríen de él
y todos ríen tanto que están por estallar
y mientras él se juzga y se arrincona, se aleja de lo dado,
lo completo lo hecho lo pensado lo dicho
y vuela y se revuelca en la nada lo más desquiciado posible,
y se muere olvidado por todos, de nada y en la soledad.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Dice que es la vida que dice.

Vida es tan solo una palabra,
y vivir es una palabra, que parece viva
y cielos es una palabra tomada del crepúsculo.
El insomnio es una palabra feroz, incomprensible,
que releo mientras sueño despierta,
mientras veo todo lo que no es.
Y la vida desaparece un instante y se va para ser noche,
una noche silenciosa y lúgubre.
Vida es un dicho porque sí, en el aire,
en lo más incierto de una convicción que frágilmente duda
y vida es lo más recóndito y oculto y mágico.
Se desvelan los aires desastrosos de mi alma,
murmuran, danzan entre la niebla, grises y polvorientos,
son aquellos que tentaron al delirio, son aquellos que amaron,
que ignoraron que vida era sólo eso, una palabra
que pasaron descalzos por la noche ignota y entre los escombros,
que se llenaron tanto de niebla que ya ni se sienten ni se ven,
viven en el aislamiento del cielo donde sobran las noches,
donde el mundo es una inmensa noche agigantada.
Aquellos que mueren estrangulados por un muro,
que son incapaces de traspasar, incapaces de pasar por alto,
y viven donde viven todos los pensamientos que remuerden
y viven en el mal, como un mal sueño en el infierno.
La vida se enciende en llanto al verlos tan pobres,
la vida se apaga lentamente con su barullo
la vida goza silenciosa y recita.
Y desvelada la vida amaga, la vida toca los cuerpos,
la vida anima los cuerpos que se desdicen
y los cuerpos que mienten en su propio contorno
y los cuerpos que se lamentan por vivir
y las almas que acarician el descontento del cielo
y huelen a muerte y desaparecen en la vida.