miércoles, 30 de enero de 2008

Desencuentro cósmico


Después de crear juntos el universo nos volcamos a la vida terrenal ya sin el amor que nos había impulsado a hacerlo todo y que nos había unido inesperadamente. “Encantamiento cuasi mítico recibimos de las burbujas” dijo mientras tomaba un vaso de soda. Lo peligroso era que se tomaba todo muy a pecho. Miraba el humo del cigarrillo y decía que, a horas de la tarde y en contraste con el verde de los árboles y demás plantas, se veía celeste. Digo peligroso porque siempre imponía aprobación. Si se sonreía por los corpúsculos al sol que flotaban en el aire cuando estábamos en la cama a la mañana, me miraba exigiendo la misma reacción en mí. Era realmente insoportable, pero no podía deshacerme de ella. Tardé meses en saber por qué y cuando terminé por descubrirlo, a través de maquiavélicas maniobras, terminé también la relación tan absorbente que teníamos. En realidad no sé por qué nos separamos, después me arrepentí varias veces, hasta traté de volver, pero ella sabía algo que yo no, ella sabe algo que yo no. Entendió por qué no podíamos estar juntos y yo sólo entendí por qué teníamos que hacerlo. Cuando hablé por última vez con ella me trató de manera tan distante que no puede resistirlo. No pude soportar saber que estaba mejor, o por lo menos más coherente sin mí.

Él provocaba eso en mí. Nunca había sido así, ni lo soy ahora. Me volví totalmente irritante y tan avergonzada. Me volví tan incrédula que la no fe sostenía mi religión, mi estructura. Muchas veces me descubro pensando como antes, desdeñosa hacia todo lo que no fuese desdén. La diferencia es que ahora me molesta y antes era mi bandera.
Arrullo sus criaturas con un amor algo resentido. Creó una semilla cuya sustancia es la reflexión, la máxima reflexión torturadora y también creó en mí a mi hijo Pensamiento. (Este hijo es mi vida pero de alguna manera, aunque me regocijo orgullosa, también reniego de él). No quise compartir lo que iba a nacer, el más grande interés por el universo y el ser, eso es lo que di a luz.



Imagen: Trascendencia divina

Sagrada

En la claridad de la noche
La luna tiene color de anhelo
Soy bienvenida
Por momentos sólo un alma más.
Pero esta es tu tierra
Tus ojos blancos iluminan
Y logran que extrañe la sangre de lo infinito.
Escalera de piedra y luz
Monte oscuro nos penetra.
Me presentaste sin saberlo a los dioses
Nos amparan mientras con pasos de sueño
Y alucinadas risas
Los deseo por ser deseada.

miércoles, 16 de enero de 2008

A Paqui.

Fuerza para sostener el silencio
cuando te miro y no sé más que hacer.
Fuerza por lo que integras,
intento moverte, alma.
Y entera, en barro, está quieta.
Vos que sí eras la más vida.
Te veo en todos los años
habitante de esta siempre casa,
habitante siempre serás
como el polvo que estará en los rincones.
Con mi hoy, alma gris, sé
que tu aliento me sale del lenguaje
y este peso que siento no puedo decírtelo,
no puedo decirte simplemente adiós.
Sé que la fuerza está dentro tuyo
y cuánto que cuesta salir
de entre mis dedos, fuerza entera.
¡Al cielo!, cariño, ¡al cielo!
Como en tus ojos todo dulces
que tantas veces fueron mi sostén.
Sé que la muerte se lleva todo
menos lo que me queda dentro mío,
fuerza con la que me sostengo,
vida perra, rostros despidiendo,
fuerza para no desbordarnos
y si me quedan tus orejas sedosas,
me quedan tus besos, en mí,
me queda todo tu cuerpo entero,
dentro de mi fuerza que pesa,
dentro,
de mi hoy, alma, que mucho pesa.

miércoles, 9 de enero de 2008

Vida de mentira.

Que vida mentira que parece
mediando los rostros de desprecio,
añorando eterno lo humano de barro.
Ahogando mentes inocentes, vida,
revoltosa entre los muertos que piensan,
incinerada de palabras terrosas,
¡Cómo un cadáver, vida!, ¡como un cadáver!
quedarás en las puertas del olvido.
Y sin cautela alguna, sin pudor
serás capaz de anularte, de perderte.
Como aquellos que siendo hombres
medían huesos, medían almas, medían
cuántos rasgos hacían a un criminal.
Que vida mentirosa, ajena, tortura vida,
revolcada en la ciencia y los ocasos
estoy en el andamio de la tierra dichosa
de los juicios severos, de lo inesperado
y todo termina siendo oscuro.
Y mentir, vida, sé y con mentiras vivo.

El reloj.

Me acaba de asustar la media hora,
el péndulo que canta todavía
descoloca las cosas de su sitio
sentencia las horas ajustada cuerda.
Su imponencia un poco me da miedo
su ruido permanente es alocado
pero hermoso, enigmático, oscuro,
es el tiempo, es el paso de los años.
Un péndulo que calmo canta aún
y descoloca las cosas de su sitio.
Me acaba de sobresaltar ese reloj
pero cuanto lo quiero y respeto.
Misterioso refugio de las horas que corren
es como una caja medidora de todo
y la antigüedad, la vigilancia.
Y temo de su color antiguo y pardo.
Y temo de sus romanos números.
Un péndulo que canta todavía
y descoloca las cosas de su sitio.

El hombre nada.

En el alboroto de los negros días
vi subir a alguien a mis espaldas
y me hizo toda de nada
y me lleno de falso peso las entrañas.
Era un hombre
absurdo y prolijo
casi sin nada que hacer.
"Duele tanto", decía
y solo eso que lo reiteraba.
Una vez estuve sentada al sol
de una tardecilla pequeña
en una banqueta en un bello patio
y leyendo las hojas de un diario.
Y fue ahí que me di cuenta
de la nada que tenía dentro
y por qué lo hacía aun no lo sé.
"Duele tanto, tanto",
sí, ya se, hombre no me digas,
represo, inmaduro hombre dolorido,
tengo un poder sobre mi aún
dando vueltas las hojas de mi diario
y preguntándome siempre preguntándome
qué hace que no conozca el fin.
Las partes se unen de los hechos
y creo que ese hombre huyó lejos,
sí, ya sabía, yo solo andaba
y ahora duele un poco aún,
pero no pude evitarlo siquiera
se fue y sigo llena de nada.