lunes, 29 de diciembre de 2008

Las partes del cielo.

En el aparecer del cielo desarticulado, fragmentado y opaco veo como vuelan,
los pedazos de alas, lo trozos del día ido
y es en este instante donde me veo adormecida,
entre las nubes sedosas y palabras que no llego a pronunciar.
Un deseo profundo acaricia las almas de los hombres que veo
que caminan la sombra hacia todos lados,
todos sus ojos, todos sus rostros tapados.
Ni se ven, ni se oyen, ni se palpan siquiera.
Una voz mayor parece dirigirlos en la penumbra
y casi ni se ven sus semblantes, confusos y pálidos.
Con rumbos tan dispersos en un mundo que les es ajeno,
lo veo en el aparecer de las células en el cielo rosado.
De mi propio cráneo imprescindible, deshabitado,
de un lugar donde la nada cubre a montones.
Donde no prima la libertad ni la gracia,
donde veo que lo que soy yo no es glorioso,
donde lo que soy no refleja el éxito vital.
¿Y dónde podría hallar lo trascendental si no es allá arriba?
Ya no habrá respuestas para mi curiosidad,
ni puertas que se abran a mi paso.
¿Como será mi corazón partido y solitario?
¿Cómo podré redescubrir mi furia perdida entre la gente
y recordar el conocimiento que me revuelque en la verdad?
Si todo parece un cielo partido a rayos.
Una tormenta feroz, interminable, una religión, pisoteada
por inmensos poderes, aniquilada en su raíz.
El cielo promete ser lo que nunca podrá ser,
una vez más siento algo como el cansancio,
de creer, de respetar, de ser fiel
a lo que nunca podré palpar ni podré sentir,
a lo que nunca será en una vida real.
Todo parece cielo de tormenta divina, un cielo de lluvia de mentira,
un cielo de tempestad y de nada como un vacío divino y abismal.
La lluvia quizá podría sentir mi pecho pero él no quiere más
que escuchar la verdad desde el fondo de las cosas sin dios.
Pasea por los jardines de la certeza, intenta regar las hierbas de la verdad
y recostarse en ella, y regocijarse entre los árboles.
En este cielo partido a rayos me parto completa
me hago mil pedazos que volarán por la ciudad.
Si descubro un día que el poder surge dentro,
voy a repartir más rayos hacia todas partes.
Voy a caminar el cielo ensimismada, individual,
buscando el dominio de los demás seres, hallando la acción fuera de mí.
Me voy a convertir en una piedra gigante,
que une las paredes del cielo con las paredes de la cárcel
de todos los incorrectos hombres, pero nunca voy a pensar como un ser completo.
Y sin embargo el cielo pudo disgregarse a partes en las nubes,
y en la tierra basurales donde los hombres huyen de sí mismos,
piensan que son otros, tal como los nombres que todo el tiempo cambian,
ignoran quienes realmente viven y quienes no son más que ilusión
y sus ideas quedan en montones de anhelos, imposibles de realizar,
en oleadas de sueño, en montones de alucinación.
Sus ideas son como el rayo que ha partido el camino
y el cielo fragmentado y roto, el cielo que ya no es uno.

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