Suenan las paredes, y ellas mismas se calman
mienten una verdad que ya no quieren ni tocan,
esa débil historia que vaga por ahí,
aquel miembro que fue alguna vez
aquellas gotas de lluvia que cayeron,
lo hacen para negarse a parecer
tan simples y siempre vanas
llenas del silencio de una tarde de domingo.
Se oyen a lo lejos caer y derrumbarse
como un montón de escombros que a mis pies se despliegan,
como el olor a sol, el olor a ladrillo,
el olor del polvo impregnado en cada cosa.
Y estos años, volados por el aire.
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