jueves, 14 de febrero de 2008

Con el tiempo.

Tengo el placer de pronunciar y tengo
el placer de remediar las horas
que del tronco salen volando, desvistiendo
la tarde cargada de restos.
Más tarde será el tiempo que descifre
todo mi descubrimiento divino, todo
mi alejamiento de Dios.
Sostendré el saber que me regará el alma
que no supe, que no vi,
al que fui indiferente. Pero puedo hacerlo
y probar el gusto otro de los días
aunque sean de arroz.
Un toque de sabor especial.
Mas pensar y pensar ya lo he dejado,
he dejado todo el bollo de mis razonamientos,
de mis aclaraciones de mi conciencia enredada,
han quedado por allí. Por los lugares.
Allí quedo el amor también,
las esperanzas, y todo lo que he matado
y en todo lo que vanamente he creído.
No importa el contenido de estas palabras
solo que acaricien mi corazón cansado.
Mas ahora que encuentro la vida tan distinta,
ahora que mezclo todo lo que he vivido
que extraña la obtención de ella,
que extraños los recuerdos, sin desgaste
que me persiguen. Que allí también quiero dejarlos.
A punto de entender tantas cosas,
a punto de darme cuanta que nada entiendo,
¡Qué bella!, demasiado bella la montaña
para mí, que casi nada tengo a su lado.
Y remedio como puedo las horas
y las horas que pasan las habito,
pero ya no las pienso, ya no las intento entender.

El lugar mío no lo he encontrado
ni el sueño mayor se ha cumplido
ni pude decir lo mejor que pudiera decir,
queda aún mucho por hacer.

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