jueves, 6 de marzo de 2008

En medio de discursos.

Como el discurso retorcido ante la eternidad,
como las distancias que se hacen hoja,
así sigo diciéndole a mis ojos añosos
que todo estará en algún sitio puesto.
Según corran las agujas del reloj erguido,
más lentas o todas más espaciadas,
no basta con rememorar los movimientos
que tan ingenuo hizo mi corazón.
Tan frágilmente anduvo por los caminos negros
en tiempos que se hallaban imposibles
pero no basta solo con el simple recuerdo,
sería suficiente con hacerlo justo.
Magnánimo discurso, perfectible y recto,
como el hombre normal, ejemplo hombre
que pobrecillo ahora si de tan egoísta
termina su poder, con él perece.
Sin poder escaparse de su cubo sin gracia
sin poder hallar verdad en sus dichos,
patético es que habita en su pequeño mundo
que ya no sabe como describirlo.
Sus ceños ya no piensan en lo que adeudan solo
a tantos que pagarán lo que vendrá,
reflexionan los días poblados de presente
en su lugar que siempre parece espurio.
Aparece el silencio para aplacarlo todo
ocultando el rostro de su ignominia
¡qué hombre!, que refugia lo malvado a su lado
alojando las miserias y absurdos.
Dibujando los gestos con su memoria chata
que animan un teatro de enormidad,
todo orgulloso lo abarca, todo lo hace único
moviendo los hilillos de lo universal.
Según sigan de cualquier tiempo los segundos
mi corazón en ruinas se moverá
tomando el camino en medio de palabras
si se abre paso cayendo en la oscuridad.

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