viernes, 4 de julio de 2008

Años.

De los años pasados aún mi fragilidad pesa
me pesa la historia de la monotonía
me pesan los pelos de la cabeza mía
el amor pesa.

Descargadas unas pesadas lágrimas
recorren el rostro de delirios
y se posan en uno de los lados
como esperando ser aniquiladas.

Las gotas, gotas de sal, de plomo,
frutos de un tren desconcertado,
ingresan ellas al último vagón
dónde preso aún sigue su marcha.

Perseguida.

Noche larga
alumbra el espacio,
las estrellas.
Carga de la carga
llevada a cuestas,
tu voz en bajada
un muro, un astro
y algo que pretendía servir.
Luego dos ojos vanos
y el misterio
rozando el misterio
robándole dolor a la tarde.
¿Qué alma pudiera encontrarte?
¿Quién estuviera ahí para decírtelo?
Como desesperante el cielo
se nubla de voces,
se llena de tumulto
de cosas y cosas raras.
La extrañeza del ser
vino acá y se posó
despacio en una vivienda.
Quiso vivir, quiso estar
abrirse a los derrotados
y cerró el sol
y apaciguó un poco
tu mirada
y desmembró
un poco en la distancia la ira
que había llegado con su mediocridad
hacia mirarte
para comprenderte,
para odiarte en un solo paso
pero me seguís, en un solo
paso me seguís.

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