sábado, 27 de septiembre de 2008

El hombre culpable.

Qué cansancio se hunde en los párpados,
dolorosos huequillos ya sus ojos,
qué insomnio, que extensa la noche fría,
que pasa lenta y llena de fantasmas.
Se recuesta y piensa que está bien,
que ya hizo todo lo que hacía falta.
Qué más no da su frágil mundo loco,
que su mente revienta pareceres.
Que no estuvo tan bien el día entero,
que su pecho quedó con más heridas,
que sus pasos aún no tambalean,
y sin embargo al erguirse se marea
y se filtra un destino equivocado.
Pobrecillo, herró y no fue inconciente,
pobrecillo, revisa lo que piensa.
Este hombre así, cansado y corroído
se lamenta solo por su existencia.
Sus errores le pisan la cabeza,
no quisiera seguir enloqueciendo
y pensando lo mal que hizo las cosas
pero nada va a volver atrás,
pese a su vano lamento de hombre.
Junta las dos manos sobre su pecho,
espera que bien todo esté apagado
y luego implora a Dios perdón, llorando.

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