martes, 7 de febrero de 2012

Canto al mate.


Desde el movimiento veo partículas
como un lento flujo que danza hacia el mar cálido
todo poblado de un polvo duradero, un eterno mundo
de polvo de los hombres, quieta lo veo.
Cuando cesan las olas, cuando pasan las tardes
cuando desde ese arte cae una verde ceniza
que se asienta en el mate.
Cuando a través de él me veo como un reflejo tonto y fantasma
es ese el único ruido de la única sombra,
el único amigo de un domingo,
el sitio propicio, la mirada justa
ese abrazo caliente de la vida.
Desde la siesta en la montaña, la yerba
para vivir y abrazar,
para sentir el día, con el peso de las horas viejas
y el amargo salto de la locura,
ese es el gusto justo de los días que corren
y el oasis, es la puerta abierta de un diálogo
y el momento en que viene el colectivo.
Tomando mate sé cuando sale el sol
como se lleva el viento con las ramas
y lo que se dicen en las tardes de calor,
esos hombres que pasan, por eso deseo
que no hierva nunca el agua con la que lo bebo.



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