viernes, 7 de noviembre de 2008

Tiempo.

Teme que sea una impensada mañana,
que verá la clara luz entrando y la realidad toda,
mas ¡Si! ¡Sabe de reír esta alma! y espera…
Tan a su pesar pero aún espera, lo que debe esperar.
Dentro de muchas horas encontrará verdad,
sólo verdad, sólo un lenguaje cierto,
no tan confuso ni tan desesperado como hoy.
Así como teme ser presa del destino,
como teme enloquecer en el silencio de la jornada,
como tiembla al recordar cuanto costaba
entender que ya no se hace más un pensamiento
cuando se ha agotado, cuando ya no lo quiere el cuerpo.
Tanto, tanto, tanto, tanto ha pensado y unido
las reflexiones bastante en el vértigo
y aún así piensa de nuevo y es otra en las palabras
y nada que ver tiene con la vida real, ni con el día que vive
ni con la clara luz de la mañana.
Repite, sólo repite las ideas mas nobles,
los sueños más profundos que se decide a desear,
pese a que extremo tiempo ha transcurrido
un tiempo tan extenso como el océano,
un tiempo que se abisma en la larga duración, es una vida entera,
un tiempo que solo pretende distenderse
y que solo vive cada día agotado,
vestido en la hora, como despreocupado,
un tiempo que el alma acosa distraído
y oculto en el tiempo un antiguo deseo,
nunca hecho realidad, jamás cumplido
y que viéndose poco exitoso aparece de todos modos. Y huye.

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